jueves, 25 de octubre de 2007

¿PUEDE LA EVOLUCIÓN SER TENIDA EN CUENTA POR ARISTÓTELES?

Los siguientes serán unos supuestos que servirán de base para trabajar.

Uno de los tópicos en los que se basa la teoría de la evolución es en el de la selección natural. En una población que tiene comportamientos normales se producen una serie de mutaciones. Cuando se dan estas mutaciones, surge lo que llamaré una subespecie. Estas subespecies compiten con el propósito de sobrevivir, sin embargo sólo las más aptas lo harán. Los genes de las subespecies que sobreviven se generalizan por medio de la reproducción.

Un ejemplo hipotético de este fenómeno es el siguiente. En una selva, las plantas empiezan a escasear, por el contrario la población de musgo se incrementa. Los animales que habitan en la selva son mayoritariamente herbívoros. Sin embargo, en la población de monos se produce una mutación que hace que algunos de ellos puedan alimentarse del musgo. Mientras los demás monos empiezan a perecer por causa de una competencia cada vez más grande con los demás herbívoros, la subespecie de monos inicia su reproducción que, en un lapso grande de tiempo, generará una nueva especie, incapaz de reproducirse con la especie de la cual surgió.

Dado que los que sobreviven son los mejores, y la mutación que, en ocasiones, origina esos mejores elementos no está prevista de antemano en la naturaleza del individuo, sino que es cuestión de suerte, se podría argüir que la evolución es un proceso casual. En el ejemplo, en el comportamiento por el que uno identifica al mono no se preveía que éste fuera a sufrir una mutación, sin embargo, fue por esta mutación por lo que pudo sobrevivir una parte de la especie inicial.

Veamos la concepción que de la suerte tiene Aristóteles. Supongamos que un individuo pretende ir a un lugar a descansar, el fin del individuo será, entonces, el descanso. Sin embargo, si en el lugar al que va a descansar se encuentra su mejor amigo, entonces este encuentro será cuestión de suerte. En el lugar a donde voy a satisfacer mi deseo estaba el amigo; esta presencia era, por así decirlo, algo que acompañaba al lugar. Hay que tener en cuenta qué tipo de compañía le prestaba. Cuando yo voy al lugar no deseo a todas las cosas que lo acompañan, sino que mi deseo por ese lugar se transmite a unas pocas: un lago, mujeres, etc. Con estas pocas cosas que deseo, identifico al lugar. Estas cosas que identifican al lugar son las que componen su parte esencial. Sin embargo, los elementos que acompañan a la parte esencial no siempre se dan solos, como habíamos dicho. Estas partes por las que uno no identifica lo que se busca, pero que lo acompañan es la parte accidental.

Cuando uno busca una cosa porque la desea, la aparición de las partes esenciales no es extraña. De esta manera, en el instante en que busco el lugar para descansar y encuentro que hay mujeres y un lago, esta presencia no me es extraña porque de alguna manera yo ya sabía que al ir allí me iba a encontrar con estos elementos. No pasa lo mismo en el caso de las cosas accidentales. Si en mi búsqueda del lugar hay un barco en el lago, eso no es algo que yo pueda preveer. Para que yo lo pudiera preveer tendría que hacer parte de la esencia del lago, pero, ya que no hace parte de ella, puedo decir que éste no es el caso.

Cabe distinguir la casualidad de la suerte. Para Aristóteles tanto las acciones que los individuos eligen como el comportamiento que tienen las cosas naturales tienen un fin (Cf. Phys 196b20). Si yo elijo ir a un edificio, esta elección tiene una intención entre las cuales podría ser contada la de ir a encontrarme con una persona. De igual manera, el que las plantas tengan hojas para guardar sus frutos es algo que tiene un fin. En los fines de ambos tipos de acciones yo sé que hay unas cosas que componen la esencia de este fin. Así cuando la persona va en búsqueda de otra sabe que ese fin tiene uno elementos que lo componen: el edificio, las personas que están alrededor del sujeto a quien yo busco. En el caso de la naturaleza esto no se puede interpretar con propiedad desde una perspectiva interna: las piedras no eligen caer a un lugar, ni tampoco saben cuáles son las partes esenciales de las cosas a las que tienden naturalmente, sin embargo puede hacerse una interpretación similar desde una mirada externa. Uno de los fines a los que tienden las piedras, debido a su naturaleza, es a caer de un lugar alto hacia uno más bajo. La parte esencial de eso a donde tienden las piedras es que sea un lugar espaciotemporal. También en ambos tipos de fenómenos se dan caracteres accidentales. En el primer ejemplo yo no esperaba que donde estuviera la persona a la que voy a buscar fuera a ocurrir un incendio. De la misma forma, en el ejemplo de la piedra no se esperaba cuál iba a ser ese lugar a donde caería. Cuando la accidentalidad se da en una acción que yo elijo entonces se dice que hay suerte (buena o mala). El que ocurriera un incendio en el lugar al que fui en búsqueda de la persona, es cuestión de suerte, en este caso, mala. Cuando la accidentalidad se da en un fin natural, entonces se dice que hay casualidad. Así, el que la piedra cayera en una coordenada espaciotemporal es cuestión de casualidad.

Con base a esto podemos sistematizar los comentarios dichos sobre la evolución. He dicho que la mutación se debe al azar, pero ¿qué quiere decir esto? Teniendo en cuenta que, cuando se habla de mutación, se está hablando de objetos naturales, lo más seguro es que el tipo de azar sea una casualidad. ¿Cuál es el fin, entonces, del cual es accidente la mutación, pues si es casual quiere decir que se trata de una parte accidental del fin al cual una cosa tiende naturalmente? El fin al que tiende un animal cuando se reproduce es a producir un ser semejante a él mismo, pero, cuando se produce una mutación, ¿se puede decir que esta mutación acompaña al sujeto que es similar a su causa? Parece más adecuado decir que el propósito de un ser vivo al reproducirse es producir una descendencia que tenga parte de su comportamiento. A un organismo le importa producir descendencia con parte de su comportamiento, pero no le importa cuál sea el resto de este comportamiento.

Aristóteles no concebía esto. En el capítulo 8, del libro 2 de su Física, él dice que el que se produzcan monstruos se debe a que el proceso natural de un objeto queda truncado. Así, Aristóteles diría que si se produce un mono que no se alimenta exclusivamente de plantas sería un error que se da en el proceso que tiene un embrión al ir hacia su fin, el ser mono completamente. Sin embargo, podría hacerse coincidir mi conclusión anterior con todo lo que dice Aristóteles. El fin de la naturaleza de un objeto es hacer actual la forma que tiene en potencia. Así, el fin de la naturaleza del embrión de mono es hacerse mono. Si este es el fin de la naturaleza, cabe preguntarse cuándo puede decirse que un determinado objeto es un mono y cuándo no. Tomemos un mono normal y de sus cualidades quitemos el que le gusten los insectos, ¿dejaría entonces este animal de ser mono? En el embrión mutante se podría decir que tiende a ser mono y que una característica accidental es el tipo de alimento que consume, y, de ser esto así, se puede ver que la mutación, base de la evolución, puede ser tenida en cuenta en los procesos naturales de Aristóteles.

BIBLIOGRAFÍA

Aristóteles

[Phys](1995) Física (tr. G Echandía). Madrid: Gredos.

1 comentario:

Miguel G. dijo...

Me parece que su texto es muy bueno, tanto en su redacción, como en su estructura. La parte argumentantiva también es fuerte, aunque me huebiera gustado que profundizara más en esas conclusiones.
Usted dice algo bien interesante al final. Según le entiendo, aunque la casualidad no sea "natural", igual se da en la naturaleza y debería ser tomada en cuenta. En ese sentido, la evolución sería una región de la casualidad y si Aristóteles acepta que esta última se da en la naturaleza (aunque no se debería dar), no tendría ningún problema, en principio, para aceptar la evolución también.

Eso me parece muy interesante. Pero todavía puede profundizar más en el hecho de que la evolución sea "anti-natural", dado que, hoy por hoy, la consideramos un mecanismo natural. A la luz de eso, habría que preguntar: ¿es posible que de alguna manera Aristóteles conciba que la evolución puede llegar a ser algo provechoso para las especies? ¿Algo que las ayuda a sobrevivir (aunque las cambie)? ¿O para él la evolución llevaría a la desaparición de la vida?

Igual le repito que su texto me gustó mucho y está muy bien. Es sólo que siento que le faltó un poquito de fuerza y de desarrollo al final.